miércoles, 29 de enero de 2025

Argantonio. El hombre de la sonrisa de plata. 5

 

                                     

                     V


Cuando el sol estaba en su cenit, Hiramish y su criado llegaron a palacio.

-Señor, señor, ha vuelto el maestro... -Arguris venía corriendo.

-Ve a decirle que quiero verle. -Argantonio estaba cansado de esperar.

Poco después aparecía y, tras una habitual reverencia, saludaba a su joven señor.

-Mi señor Argantonio, aquí estoy a tu disposición.

-¿Qué tal ha ido tu viaje a Gadir?

-Muy bien. -Fue la lacónica respuesta del sabio.

-¿Has disfrutado? -El joven parecía adivinar parte de la estancia en la fortaleza, aunque realmente su mirada burlona sólo reflejaba enfado por los días de espera.

-Desde que llegué a estas tierras siento una predilección especial por Gadir, debéis saberlo señor.

-¿Qué encuentras en ella, que no haya en otro lugar?

-Allí se respira el aire de la libertad, como en los mejores tiempos de Tiro.

-¿Y aquí no? -Preguntó exasperado Argantonio.

 

 

Cádiz desde la playa de Santa María del Mar.

 

-Es diferente. No te ofendas, señor. Para vivir, yo necesito de vez en cuando la cercanía del mar. Además esa tierra guarda secretos remotos que los astros conocen, en ella podré culminar mis estudios.

-Tendrás que mostrarme el aire de la libertad. -Apuntó el joven mirándole a los ojos con gesto altivo.

-Algún día iremos juntos a Gadir, trataré de enseñároslo. Aunque eso es difícil de percibir, si no se ha vivido.

-¿Y tus trabajos?

-Bien, señor. -La concisión había vuelto a sus labios.

Como no obtuviera más información que esa escueta respuesta, Argantonio dejó el objetivo de la búsqueda del maestro para otra ocasión y le preguntó:

-¿Cuándo volveremos a las lecciones?

-Ahora mismo podemos continuar, si lo deseáis...

-No, estarás cansado del viaje. ¿No vas a preguntarme si he aprendido todo lo que me dijiste?

-No, sé que habéis trabajado intensamente con lo que os encomendé. Os han sobrado tres días para hacerlo.

-¿Cómo te has enterado?

-Lo veo en vuestros ojos. Vuestra memoria ya lo ha guardado, ahora no hay que pedirle que dé más vueltas a lo mismo. Hay que seguir adelante. Quiero que comencemos a estudiar en el jardín, es bueno cambiar el lugar donde se hacen tareas rutinarias. Acompañadme a mis aposentos, he traído unos papiros que quiero que leáis.

 

 

Papiro de Yuya, Reino Nuevo, Museo Egipcio de El Cairo, Egipto. https://aedeweb.com/19-historia-de-egipto-el-papiro-y-la-escritura/

 

-¿Papiros? ¿No son egipcios?

-Sí, pero yo los adquiría en Tiro para escribir y copiar materias de mi interés. -Al observar la cara del joven, se apresuró a tranquilizarle. -No os inquietéis, no os voy a hacer leer ese idioma... todavía. -Sonrió Hiramish al ver la expresión del príncipe.

A la mañana siguiente, en un banco de piedra, cerca de un grupo de palmeras, Argantonio se enfrentó al primer papiro. Leía, pues sabía el alfabeto, pero no entendía nada.

-Este es otro lenguaje, no lo comprendo.

-Claro, habéis aprendido el alfabeto de mi pueblo, pero eso no basta, ahora tenéis que conocer el idioma, es decir su significado. Comenzad de nuevo desde el principio que yo lo iré traduciendo, y vos tenéis que guardarlo en la memoria.

Pasan la tarde leyendo un texto que recogía las leyes de la ciudad de Tiro, mientras Argantonio va aprendiendo palabras.

El tiempo transcurría velozmente para alumno y maestro, pero Argantonio echaba de menos sus correrías en solitario. Arguris, que le conocía sobradamente, apreció la ansiedad de su amo.

-Mi señor, parecéis un animal salvaje metido entre cuatro paredes, deberíais volver a salir a correr a caballo y adiestraros con las armas en el patio de la guardia, como hacíais hasta que llegó el fenicio. No sólo debe aprender la cabeza del rey, el cuerpo también necesita tener sus propios conocimientos.

-Creo que tienes razón, Arguris, si Hiramish no desea acompañarme en mis paseos, lo haré yo solo; calla, no digas nada, no pienso llevarte ni a ti ni a la guardia.

 

 

Ritón, jarra ritual, con forma de cabeza de toro, plata y oro, s. XVII a. C., encontrada en una tumba principesca de Micenas, Museo Arqueológico de Atenas, Grecia.

https://www.esturismo.eu/Europa/Grecia/Atenas/Museo_Arqueologico_Nacional_de_Atenas.html

 

 


 

Pero el maestro estuvo de acuerdo, iría con él a conocer las marismas, las lagunas y la desembocadura del Tarschich. Al día siguiente, cuando todavía no se habían disipado las oscuridades nocturnas, partieron a caballo camino del océano. Debían llegar antes del mediodía para aprovechar las horas de la bajamar y poder recorrer sin peligro las zonas más bajas; después, mientras subía la marea, regresarían con tiempo suficiente para entretenerse en las tierras anegadas, donde pastaba la manada de toros rojos del rey de Tarschich. Antes de que se hiciera de noche, estarían de vuelta en palacio.

Una espesa bruma les esperaba en todo el lecho del río, y según pasaban las horas y se acercaban a las marismas, se deshacía en jirones blancos como si se tratara de una suave tela de lino desgarrada por las manos de un dios grande e invisible.

A pesar de ello, Argantonio hizo correr a Blanco hasta casi extenuarlo, el maestro le seguía con dificultad, su caballo no estaba acostumbrado a correr por zonas húmedas, frenando en seco cuando había que vadear el río y volver a correr desenfrenadamente a la vista de una planicie. Llegaron a la orilla del mar antes de lo previsto, el maestro le miraba con reprobación.

-Si matáis a vuestro caballo ahora, será difícil volver luego. Creo que no es necesario hacer estos excesos, no tenéis que demostrarme que sabéis montarlo a la perfección y que está entrenado para estas caminatas a esa velocidad. Además... con esta niebla.

-Conoce el camino y está acostumbrado a correr así, no te preocupes por él, Blanco es un caballo especial, ya lo irás conociendo. -Respondió, sujetando las bridas del animal en unos matorrales.

 

 

Playa de las Redes con bruma, Bahía de Cádiz, autor: Manolo, 18 abril 2014.

https://www.eltiempo.es/fotos/en-provincia-cadiz/viernes-santo-con-brumas-en-la-bahia-de-cadiz.html


 

Las nubes ya se levantaban y la luz del sol brillaba sobre las arenas de las dunas, en las agujas de los cercanos pinos y sobre el agua de color zafiro y esmeralda. La vista se perdía en las dimensiones que los rodeaban, a un lado el río saliendo en forma de lago al océano, al otro la inmensidad de la playa, delante el océano horizontal infinito, detrás pinos, arbustos espinosos y dunas. Una ligera brisa acariciaba sus rostros y traía olores mezclados de salitre y de resina de coníferas. La arena del suelo se hundía blandamente bajo sus sandalias. Los sonidos del aire en los árboles, de las olas y del río irrumpiendo sobre ellas, contribuían a la ensoñación.

-Acerquémonos a la orilla, maestro, siempre me siento frente al océano.

Los dos lo hicieron sobre la arena todavía húmeda y cruzaron las piernas sobre el suelo. Mudos ante el agua rugiente, se perdieron en sus propios pensamientos y quedaron sumidos en lejanos mundos, a pesar de estar tan cerca el uno del otro.

La marea comenzaba a subir de nuevo y con una ola imprevista mojó sus túnicas y sus pies. El sabio salió de su ensimismamiento al sentir el agua fresca sobre su piel, pero Argantonio seguía allí a su lado, introducido en una visión extraordinaria, sin notar la presencia de las olas creciendo hacia dentro.

 

 

Desembocadura del Guadalquivir, vista aérea. De Carlos Delgado, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12272098

 

-Señor, la marea empieza a subir, tenemos que regresar... -Pero el joven no le escuchaba, así que le llamó por su nombre. -Argantonio, debemos regresar, puede ser peligroso estar más tiempo.

-Todavía no. Lo veo, siempre lo he visto, pero ahora está más claro.

-¿Qué véis? -Le preguntó Hiramish mirándole a los ojos, fijos en algún punto del océano.

-A mis antepasados. La historia de mi pueblo y de la dinastía de los reyes de la que procedo.

-Es una historia gloriosa, de monarcas legendarios. -Apunta Hiramish mientras observa lo que está sucediendo en el fondo de la mirada oscura del joven.

-Hace más de nueve mil primaveras, frente a estas tierras existían otras, ricas, fértiles y felices, señoreadas por mis antecesores. Directos descendientes del dios del mar y una mortal, hicieron de ellas el lugar más hermoso del mundo para que su progenie conviviera en armonía disfrutando de todos sus placeres. -Explica, sin abandonar la visión que le ha acompañado desde hace un año, en aquel lugar de la desembocadura del Tarschich frente al Atlántico.

-¿Conocéis esa tierra? -Le pregunta el maestro.

-Sí, hace tiempo que vengo aquí a contemplar su hermosura. Era una isla inmensa donde abundaban los regalos de los dioses, y los trabajos de las artes y la industria de los hombres. De las primeras generaciones nacieron hermanos gemelos, uno reinaba con sabiduría en Tarschich a este lado del mar; el otro en aquella venturosa tierra a la que dio su nombre y al mar que la circundaba, y sus hijos dejaron huellas de sus grandes obras en muchos lugares alrededor. -El príncipe queda en silencio en contemplación.

 

 

Reconstrucción de la Atlántida según Platón. https://www.mysteryscience.net/se-ve-la-atlantida-en-google-earth/

 

-¿Qué sucedió? -Hiramish desea que continúe.

-Aquella prole fue en aumento, así como la riqueza e importancia de sus reinos, pues a medida que crecían en número, mejoraban las construcciones de enormes templos de grandes piedras, tumbas de belleza sin igual y dimensiones gigantescas, murallas, puertos y magníficas casas. La tierra y un clima benigno ofrecían espléndidas cosechas de cereales y uvas, un ganado floreciente, pesca en abundancia. No conocían el hambre ni la escasez. Con el paso del tiempo, se hicieron tan poderosos que su fuerza y riqueza llegó a oídos de lejanos reyes. La envidia de esos señores extranjeros los trajo hasta este confín. -Parece sufrir con su visión, sus ojos se nublan ligeramente, aprieta la mandíbula con rabia y sus manos se crispan sobre sus piernas cruzadas.

-¿Qué ocurre? ¿Qué estáis viendo?

-La más terrible y cruenta batalla que jamás se diera. Los dioses son decisivos, aliados unos de los reyes atlantes y otros de los monarcas de Oriente, su presencia es devastadora. Huele a sangre, hay fuego, los hombres gritan enardecidos luchando cuerpo a cuerpo, las mujeres y los niños lloran de dolor; el bronce se rompe contra el bronce, la madera choca contra la madera y el ruido es infernal. El humo espeso y asfixiante no me deja ver lo que sucede en palacio, ¿Qué ha sido del rey? -Argantonio tose repetidas veces y se lleva la mano derecha al cuello, no respira bien. -Las armas divinas son mucho más mortíferas que las de los hombres, la lucha entre el dios del mar y el dios de los espacios estelares produce un gran desastre, la isla hecha pedazos desaparece bajo el agua, exhalando una gran nube de polvo que cubre el cielo durante primaveras y primaveras... No queda nada.

 

 

El Olimpo. Batalla de los gigantes, óleo sobre lienzo, 1767 - 1768, Francisco Bayeu y Subías, Museo Nacional del Prado, Madrid.

 

-¿Os encontráis bien? -Hiramish piensa que Argantonio debería abandonar la visión, pero él no le presta atención.

-La Atlántida desapareció y con ella una gran civilización hermana de esta otra orilla; en su lugar, quedó el gran océano y nosotros, reyes de Tarschich, como único vestigio de aquel remoto y grandioso pasado. Este reino, más pequeño, pasó desapercibido en la batalla, y la dinastía del gemelo del Atlante permaneció aislada.

Nuestros reyes volvieron a entroncarse con los dioses a pesar de la horrible experiencia que vivimos en nuestra raza. En estas tierras esas relaciones siempre han producido resultados funestos.

-¿Creéis que ellos fueron los culpables de vuestros fracasos?

-Cuando conozcas la historia de Gerión, comprenderás que tengo razón.

-Pero, Gerión fue victima de su destino...

 

Tetis, diosa de la fertilidad marina, esposa de Océano, en un mosaico conservado en el Museo Arqueológico de Antioquía, Turquía. De 83d40m at en.wikipedia - self-made, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9500474

 

-Eso es lo que cuentan, pero no es lo que veo. El dios Océano tomó a una mujer mortal famosa por su belleza, es pálida y clara como la luna y tiene ojos dulces como la miel, tuvieron una hija más hermosa todavía que la madre; ella se desposó con el rey de Tarschich, conocido en todos los confines por sus riquezas de plata y cobre. Su hijo, Gerión, reinaba en concordia y con justicia sobre sus súbditos. Ahora, el emblema de su gran poderío, se basaba en unas manadas de toros rojos que apacentaban en las orillas del gran río y en varias de las islas de su desembocadura.

Nos multiplicamos en número y extensión, y la riqueza de nuestras tierras volvió a llamar la atención de lejanos hombres de Oriente. Y los visitantes de aquel lado del mar regresaron. Nuestros metales, los frutos de la tierra, los numerosos animales, el clima benigno y nuestra capacidad para vivir en paz, atrae a los forasteros. Debe de ser una maldición de los dioses por poseer la felicidad.

-Nadie posee la felicidad. -Afirmó Hiramish con gravedad, observando al joven con la túnica mojada por el agua del mar, cuyas olas ya le cubren los pies. -Debemos irnos, señor, la marea sigue subiendo.

 

 

Fresco de salto de gimnastas sobre un toro, palacio de Cnosos, isla de Creta, Grecia, ca. 1450 a. C., civilización minoica. https://es.wikipedia.org/wiki/Pintura_minoica#/media/Archivo:Knossos_Bull-Leaping_Fresco.jpg


 

-Tarschich es su cuna, por eso siempre provoca una gran envidia. El buen rey Gerión, y sus posesiones de toros fueron el blanco del deseo de un aliado de los dioses, un hombre venido de Oriente, que usó de todas las artes malignas de la magia y los ardides de alguna diosa. Aquel hombre quería ser inmortal y hacerse agradable a su señor llevándole un gran regalo. Vino a Occidente para aprovecharse del pacífico rey de estas tierras, tenía que robarle sus ganados y para ello no sólo mató a sus pastores sino a sus fieles perros. Pero el héroe no consiguió su propósito, dicen que asesinó a Gerión y se llevó una pareja de toros, no la manada, como cuentan las leyendas.

Sin embargo yo sé que no es cierto ni siquiera eso, el extranjero murió en el intento. Algunos de los que le acompañaban, se llevaron su cuerpo y lo enterraron en secreto al Sureste de la Isla de los Olivos Silvestres, que les recordaba a su tierra de origen, y después erigieron un monumento sobre su tumba para honrarle. Así, en los tiempos remotos nació el culto a Melkart en la ciudadela que luego se convirtió en Gadir, y los que se fueron, contaron enormes aventuras de su poderoso amigo. Poco de aquello era verdad, porque basándose en la falsa desgracia de otros, relataron trabajos que no podían comprobarse, Gerión murió anciano, en nuestras amadas tierras de Tarschich. En seguida podrás ver a los descendientes de su manada, siguen siendo patrimonio de mi dinastía, y viven en las tierras anegadas.

 

 

Gerión luchando contra Herakles, (Melkart), el pastor Euritión herido en el suelo, ánfora, ca. 540 a. C., Museo del Louvre, París.

De E Group - Marie-Lan Nguyen (2006), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1274575


 

¡Yo también me estoy anegando! -Y soltó una carcajada, al darse cuenta de que el agua le está empapando cada vez más. -Regresemos maestro, no queda nada de la visión.

 

Ganado marismeño del Guadalquivir.

https://razamarismena.com/bovino/


 

El sol comenzaba a bajar en su camino por el cielo, ya estaban en los pastos de los toros reales. Hiramish quedó impresionado ante la cantidad de enormes animales rojos en una gran extensión de terreno. Hacía calor, y en la llanura podía contemplar la borrosa silueta del joven delante de él, la imprecisa y ondulante figura se movía por el efecto de la neblina, ofreciendo una apariencia fantasmal más propia de un sueño o una aparición. Los toros corrían asustados y al alejarse también perdían su contorno convirtiéndose en simples manchas de color marrón rojizo.

Días después, comenzaron a estudiar en la biblioteca de palacio. Era la primera vez que Argantonio podía hacer uso de los escritos acumulados y mandados escribir por sus antecesores. Había papiros egipcios con recetas mágicas curativas, tratados de sabiduría caldeos y sumerios, y algunas tablillas en idiomas desconocidos para él, algunos ellos traídos como presentes a los reyes de Tarschich por navegantes y embajadores de lejanas tierras. Pero la parte más importante estaba escrita en su propia lengua: leyes, conocimientos, historia y relaciones de impuestos y la cuentas palaciegas, estaban allí recogidos.

-Esta es la historia de vuestros antepasados y de vuestro pueblo. -Le dijo el escriba, que normalmente trabajaba en la estancia, ofreciéndoles un cofre lleno de tablillas de arcilla. -Son los versos que recopilan los hechos y las glorias pasadas.

-Será lo primero que estudiaremos. -Apuntó Hiramish, extrayendo las primeras placas de barro. -¡Cuidado!, son muy frágiles. Aquí encontraréis escrito, lo que véis en el océano. Leyeron toda la mañana, hasta aprender los primeros pasajes de la formación de la Atlántida. Entonces le preguntó al maestro.

-¿Por qué he visto todo esto antes de aprenderlo?

-Porque sois Argantonio, futuro rey de Tarschich. Es vuestra investidura real. Sólo vos, primogénito del monarca al llegar a la edad apropiada ha tenido el don de contemplar esas imágenes. Tenéis un privilegio especial y aunque no lo creáis, porque pensáis que sus designios son funestos para vuestra tierra, es un regalo de los dioses.

-¿Cómo se hace posible?

-Todo el pasado está allí, suspendido en el océano para siempre, pero solamente el que tiene la capacidad de penetrar su envoltura actual, es testigo de lo que acaeció.

-¿Quiere eso decir, que seré el gran rey vaticinado por el oráculo?

-Sin duda, Argantonio.



                   VI


La vida continuaba en palacio como siempre se había desarrollado. El rey celebraba sus audiencias para recibir las visitas de los foráneos con sus regalos, cada vez que llegaban de un largo viaje; conocía las diferentes noticias del reino y el puntual cumplimiento del pago de tributos por los señores, los comerciantes y marinos extranjeros; y se divertía en banquetes y cacerías. La reina y las concubinas, apartadas del diario acontecer la mayor parte del tiempo, excepto para compartir la cama del señor cuando eran llamadas para ello. Los niños, se adiestraban para sus cometidos del futuro; las niñas serían casadas con grandes señores o lejanos príncipes, el hermano menor se convertiría en el jefe de la guardia cuando el primogénito subiera al trono; y Argantonio dividía sus días entre las enseñanzas de Hiramish y el entrenamiento de las armas.

Se acercaba el primer plenilunio cercano al equinoccio de primavera, fiesta sagrada en Tarschich. El rey acudiría al templo dedicado a la madre luna, muy cerca de palacio, para ofrecer su sacrificio a la divinidad. Y a continuación llevaría uno de sus mejores toros a Melkart, en el templo de la Isla de los Olivos Salvajes, en Gadir. Así, los sacerdotes, la aristocracia fenicia y grandes comerciantes estarían satisfechos por la buena voluntad del monarca vecino; y el ahora todopoderoso Melkart, resultado de la fusión entre el dios venerado en Tiro y el recuerdo del extranjero allí enterrado, quedaría aplacado con la ofrenda de uno de los animales que quiso robar antaño.

 

 

Toro sagrado Apis, caliza, ca. IV a. C., encontrado en el sarapeum de Saqqara, Museo del Louvre, París. De Desconocido - Rama, CC BY-SA 2.0 fr, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=389521

 

En la ceremonia más importante del año en Tarschich, Argantonio tendría que estar presente y el maestro debería acompañarlos.

Desde la ya lejana noche, en que se atrevió a contradecir al jefe de la guardia, Argantonio creía que Hiramish era, por encima de fenicio y de maestro, un hombre sabio y digno de todo el respeto, incluso el de un rey. Por eso le dijo:

-Quiero que me llames por mi nombre, porque estoy seguro de que vamos a compartir muchos y buenos pensamientos en nuestra vida y aunque yo sea el monarca algún día, eso no nos separará. Toma mi anillo de plata más querido y llévalo siempre en mi recuerdo, como señal de profunda unión.

-Gracias, Argantonio. Efectivamente, nuestros destinos están más unidos que los cabellos de una trenza y más de lo que los dos podamos pensar. Mientras tú no me lo mandes, yo no te abandonaré jamás.

No sabía entonces el joven, cuán verdad iba a ser lo que le estaba diciendo el que podía ver más allá del presente.

Llegó el día del plenilunio y el palacio hervía de preparativos. Argantonio se encontraba en sus aposentos todo el día, preparándose para el acontecimiento en soledad, purificando su cuerpo y su espíritu con el ayuno.

Hiramish estaba inquieto ante una celebración de tal magnitud, y que le era totalmente extraña. En su tierra, eran muchos los marinos y comerciantes que habían viajado a Occidente y se permitían contar leyendas, describir lugares, narrar riquezas sin fin, pero nadie sabía cómo eran celebrados los plenilunios por aquel pueblo alegre y feliz que aseguraban conocer tan bien.

Acudió a ver al mayordomo de palacio, que por su cargo conocía el protocolo al detalle. Le encontró dictando unas interminables cuentas al escriba de palacio.

-¿Deseáis verme, Hiramish? -Le preguntó extrañado.

-Sí, Abalco, necesitaba consultar de vuestra experiencia, sobre la ceremonia de esta noche.

-Venid, daremos un paseo por el jardín. -Y dirigiéndose al escriba le ordenó que le esperara.

Salieron por una de las puertas laterales que daban al jardín abierto, una parte que podía ser usada por todo el servicio y comunicaba a través de un laberinto con las habitaciones exteriores de los criados. Por allí se podía salir a ellas, pero no regresar; para hacerlo, debían pasar por la puerta cercana vigilada por la guardia. En el interior de palacio, sólo dormían los siervos y criados que cuidaban y permanecían al lado de la familia real. En aquella zona se cruzaba con servidores, guardias y criados, todo era público, por eso se elegía para este tipo de entrevistas que todos podían ver.

-No os preocupéis, maestro, os será fácil acertar con vuestro comportamiento, simplemente con que asistáis a la ceremonia con respeto, será suficiente, vos sois un hombre prudente.

 

 

Reconstrucción del Santuario tartésico de Cancho Roano, Zalamea de la Serena, Badajoz https://www.almendron.com/blog/el-santuario-tartesico-de-cancho-roano/,

 

-Pero, ¿Cómo es? ¿En qué consiste? -Le interrogó mientras andaban por los caminos de arena bordeados de grandes árboles y macizos de flores.

-En el templo todas las antorchas están encendidas, porque ya es de noche cuando el rey hace entrega de los doce mejores toros de las manadas reales, que se sacrificarán en las doce fechas del calendario. Delante del recinto sagrado el gran sacerdote elige el que se ofrece este plenilunio.

La luna aparece por la gran abertura circular que hay sobre el altar, iluminándolo totalmente. Los sacerdotes han encendido los fuegos en los trípodes de bronce que hay distribuidos alrededor de la piedra sagrada. Entonces se oye el bramido del toro y su muerte, el gran sacerdote ayudado por los más jóvenes, lo degüella, llena un plato de la sangre caliente y la lleva al altar para ofrecerla a la madre luna en su primera plenitud del equinoccio, en que todo será fecundado por la sangre bienhechora del toro. A continuación se quema en el fuego principal.

-Es una gran ceremonia. -Dijo pensativo el maestro.

Abalco miró al fenicio, que vestía una túnica de rojo púrpura muy gastada.

-Llevad una túnica blanca. La púrpura, aunque sea descolorida, sólo está permitida al rey, porque es el color que usan los sacerdotes en los sacrificios. Los demás mortales debemos usar tonos claros. No llevéis oro, únicamente puede ostentarlo la familia real.

Todo fue como había descrito el mayordomo. Desde el lugar que ocupaba el maestro, la visión a la luz de las teas no era muy buena, pero el oído y el olfato fueron mucho más elocuentes. La muerte del toro no fue tan rápida como dijera su interlocutor, los bramidos hacían temer su presencia entre los presentes en cualquier momento, y el olor a sangre quemada les llegó de inmediato. El tirio mantuvo la mirada perdida e indiferente a las sensaciones que estaba experimentando en su interior, aquellas celebraciones le resultaban tediosas e inútiles. Se fijó en seis alhajas parecidas a altos candeleros o cetros de oro, que estaban colocadas a ambos lados del altar, brillaban fulgurantes; eran unas piezas de base cónica y largo vástago rematadas por un platillo circular.

 

 

Los llamados candelabros de Lebrija, Sevilla, objetos religiosos de función desconocida, oro, ca. 700 - 601 a. C., réplicas en Museo Arqueológico Nacional, Madrid. https://artsandculture.google.com/asset/candelabros-de-lebrija/9QGoEgikvNUxXg?hl=es

 

-Serán el símbolo de esta estirpe... -Se dijo.

El monarca mientras, le observaba con curiosidad.

Allí estaba Argantonio de pie, un poco pálido, serio y grave, con su túnica roja púrpura, su cinturón real de oro pulido, y al otro lado del rey estaba la reina. Era la primera vez que Hiramish la veía, nunca salía por las zonas de palacio que él frecuentaba; no podía ir a ver a su hijo, pues era él quien debía visitarla y este iba cada vez menos, hacerlo más a menudo denotaría que aún era un niño como su hermano menor. Era una mujer más joven que su esposo, atractiva y bella, pero de mirada triste. Argantonio se parecía mucho a ella, a excepción de aquella especie de velo de aflicción y melancolía que cubría sus ojos y que el joven no tenía. Vestía una túnica de doble púrpura con muchos pliegues; se cubría con una capa del mismo color; y sobre su alto tocado en la cabeza, llevaba una finísima tela casi transparente de tono oscuro, entre sus ondas asomaba el oro de una diadema y de las arracadas circulares. Se mantenía impasible al lado de su marido, que también vestía ropajes de la misma doble púrpura, pero portaba una gruesa corona de oro, brazaletes en brazos y antebrazos, pectoral y el cinturón real del mismo metal. Era un bellísimo trabajo de orfebrería salido de los talleres de Tarschich.

 

 

Arracadas fenicias de oro, s. VII - V a. C., Museo de Cádiz.

 

Aquella noche el maestro pensó que necesitaba visitar la fortaleza, al día siguiente se iría a Gadir, como venía haciendo con regularidad desde que vivía en palacio, aunque esta vez la luna luciera en la noche. Sus estudios estaban muy avanzados y más que observar el cielo, tenía que trabajar con la caja de la sabiduría, la señora de las estrellas no le estorbaría en sus avances. Antes del amanecer habló con Argantonio. Este le recordó:

-No has disfrutado de la ceremonia, maestro, te aburría, parecías no estar allí. -Aseguró el príncipe, como si hubiera estado presente en sus pensamientos durante aquellos momentos.

-Um... –Hizo Hiramish.

-Estabas demasiado serio, mi querido Hiramish. Mi padre no dejaba de mirarte, pero tu hierática postura debió de agradarle.

En tu tierra, como en el templo de Melkart de la fortaleza, hacen sacrificios humanos con ofrendas de niños, ¿Verdad?

El fenicio le miró con dureza reflejada en los ojos, era en esos momentos cuando parecían de hierro incandescente, y capaces de traspasar hasta los más lejanos pensamientos.

-No, no es verdad. En Tiro no se sacrifican niños, eso pertenece a un pasado muy remoto. Se ofrecen aves, palomas y pichones sustitutorios, a veces cabritos o corderos. En Gadir, no he oído tal cosa. Claro que yo no he visitado el templo con ocasión de ceremonias sacrificiales, pero me parece que marinos, comerciantes y viajeros hacen ofrendas de otro tipo de oblaciones y, por supuesto, están más inclinados a regalar objetos valiosos que la sangre de ningún infante. Supongo que si inmolan algo, serán palomas, tal vez corderos. ¿Para qué niños? 

-En Tarschich, se afirma que los fenicios de Gadir, Tiro y Sidón hacéis sacrificios humanos, al igual que en otros pueblos de Oriente vecinos vuestros. Extraña idea de la complacencia de vuestros dioses. Entre nosotros, los hombres mueren por otras razones...

 

Altar fenicio de Caura, Coria del Río, Sevilla, ara de barro exenta con forma de piel de toro, s. VII a. C., https://repositorio.iaph.es/bitstream/11532/327211/1/Restauraci%C3%B3n%20del%20altar%20fenicio%20de%20Caura

 

-Quítate ese absurdo pensamiento de la cabeza, porque ya no es verdad. Cuando seas rey no debes creer ese tipo de afirmaciones sobre pueblos que desconoces, y que si utilizas, ofenderías a embajadores y visitantes de otras tierras. -Le interrumpió el maestro, molesto por la insistencia del joven. -No necesitamos ese tipo de sacrificios para obtener resultados mágicos, la sabiduría de donde provengo, es suficiente para cambiar el curso de ciertos acontecimientos. Los sabios de vuestro pueblo están muy lejos de conseguir algo parecido, no saben nada de fuertes encantamientos, influjos y maldiciones.

-Sigues siendo fenicio, Hiramish. -Advirtió con una sonrisa irónica el joven.

-Nací en Tiro. Soy el maestro de Argantonio, futuro rey de Tarschich, y a él me debo para siempre. Pero no soporto que se manipule la verdad y que se atienda a dichos y murmuraciones propios de criados y esclavos, aunque sean de vuestro reino.

-No te enfades. Quería saber lo que decías de una opinión muy extendida por Tarschich y no sólo entre criados y esclavos, sino entre señores, sabios y hombres de luz. ¡Hasta tu vuelta, maestro! Tienes que hacer un largo camino y ya está amaneciendo.


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