sábado, 25 de enero de 2025

Argantonio. El hombre de la sonrisa de plata. 7

 

                                   II



Era el fin de toda una época. Argantonio impondría una nueva forma de gobernar mucho más fuerte que la de su padre, también más provechosa para el palacio y el reino. Comenzó con una actividad febril que contrastaba con la indolente rutina y pasividad en el devenir de los días palaciegos recién acabados. Muchos echarían de menos aquella somnolencia vaga y aquel desperezarse apenas para continuar sin prisas.

Los planes del nuevo rey bullían en su cabeza vertiginosamente, quería poner en práctica todo aquello en lo que había pensado con detenimiento.

En primer lugar habló con el mayordomo de palacio, un hombre eficiente y discreto que temía perder su ocupación, Argantonio le tranquilizó:

-Deseo que sigas en tu puesto, me eres muy necesario, en él no valen la juventud y la improvisación, sino la edad, el conocimiento de las tradiciones y su sensato mantenimiento. No encontraré un hombre mejor dispuesto que tú, seguirás a mi lado como con mi padre. ¿Tienes algún hijo varón?

-Sí, señor, el segundo, que cuenta ya con 20 primaveras.

-Sería conveniente que fueras enseñándole tu oficio y el día que tú nos faltes, ojalá esté muy lejano, él heredará tu labor. Un hijo es la mejor continuidad para su padre.

-Gracias, señor, así lo haré.

-Cuéntame ahora, lo que hay que hacer. 

 

Monumento funerario íbero, s. VI a. C., Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

https://www.man.es/man/coleccion/ultimas-restauraciones/pozo-moro.html


 

-Los escritos antiguos dicen: Mientras se procede a la incineración del cuerpo de vuestro padre, hay que preparar el interior de su tumba, pues en su última morada debe contar con todo lo que necesite para su nueva vida. Incluso unos artesanos tendrán que encaminar al interior un pequeño cauce de agua, para que no le falte este elemento; también deberá llevar buena parte de las joyas y objetos que más apreciaba. Hay que trabajar rápidamente, pues sólo pueden pasar dos días desde la incineración, hasta su llegada a la tumba, porque al amanecer siguiente el palacio comenzará las fiestas de vuestra coronación. Ofreced sacrificios y rogativas en todos los templos, sed generoso, enviad toros de las marismas, palomas y cabritos para los holocaustos, incienso y los más delicados perfumes para que se quemen en nombre del rey, y hacedlo tanto en Tarschich como en Gadir, durante todo el transcurso de una luna.

-¿Cómo es la ceremonia de coronación?

-Se lleva a cabo en el templo de la diosa luna con una procesión desde palacio. Como todavía no tenéis esposa, vuestra madre deberá acompañaros, pues continúa siendo reina. Os seguirán los señores y propietarios y otras dignidades de Tarschich, también tienen que ser invitados los embajadores, grandes comerciantes y armadores que se encuentran en la fortaleza, así como los sacerdotes más ancianos de los templos de Gadir.

Durante las doce horas anteriores a la ceremonia deberéis ayunar y purificar en soledad vuestro cuerpo y vuestro espíritu.

El gran sacerdote de la señora luna procederá a ungir vuestra cabeza con el ungüento sagrado y a coronaros en medio de los cánticos de los demás religiosos. Son unas hermosas canciones muy antiguas que narran el poderío divino de los reyes de Tarschich que proceden del ancestral Atlante, arquitecto y hacedor, según dicen las viejas leyendas, de nuestro gran templo. Todos los presentes os acataremos como rey, postrándonos ante vos en el suelo. 

 

 

Sacre de Charlemagne, Jean Fouquet, 1455 - 1460, Tours, coronación de Carlomagno en Roma por el papa León III, 25 de diciembre del 800. París, BnF, manuscrits, français 6465, folio 89v.

http://expositions.bnf.fr/fouquet/grand/f008.htm

https://en.m.wikipedia.org/wiki/File:Sacre_de_Charlemagne.jpg


 

-¿Ese mediodía es el gran banquete?

-Sí, y también al día siguiente y al otro. Las ceremonias duran tres días.

-Como primera medida de gracia de mi reinado, me gustaría liberar de una parte de los tributos de otoño.

-Podéis hacerlo o también enviar varios toros y vino a las ciudades importantes del reino: la capital Tarschich, a Onuba, Ossonoba y todas las demás para que se haga una fiesta en vuestro honor y todos coman y beban a la salud del nuevo rey. Ambas fórmulas se han usado en el pasado.

-Avisa al jefe del tesoro que quiero verle, hablaré ahora con él. Y tú pon en marcha todo lo necesario para que las ceremonias sean perfectas. Manda inmediatamente mensajeros invitando a todos los que deben estar presentes. Y haz público mi perdón a los que maquinaron, primero contra mi padre y, a continuación, contra mí. Deseo que mi mandato comience con el augurio de la armonía entre mis súbditos.

Cuando Argantonio le explicó al jefe del tesoro que deseaba eliminar parte de los tributos de otoño de aquel año, el hombre, asustado, dio un paso hacia él extendiendo los brazos:

-No, no hagáis eso, señor, el palacio quedaría desabastecido y sería un mal invierno para todos. Son las fechas en que entran los cereales de las cosechas en los graneros, el aceite y el nuevo vino de la vendimia en la bodega.

-¿Están vacíos los depósitos y almacenes reales?

-Casi...

-¿Cómo es eso?

-El año pasado las aportaciones de los señores fueron más escasas de lo normal. Yo se lo comuniqué a vuestro padre, que me preguntó si pasaríamos el invierno, como le dije que un invierno sí, me respondió que este año se volverían a llenar y que no me preocupase. Los propietarios se le habían quejado de la mala cosecha... que no fue tal, él lo conocía pero sabéis que era magnánimo y generoso.

El festín de los dioses, grabado, 1575, Giulio Romano, grabadora: Diana Scultori, British Museum, Londres, print V,8.64, https://www.britishmuseum.org/collection/object/P_V-8-64

 

-Bien, no dispensaré del tributo a mis señores, antes bien les recordaré la obligación. Será mejor obsequiar al pueblo con la carne de hermosos toros y vino, los más poderosos ya disfrutarán tres días de mi hospitalidad y mi mesa. ¿Cómo va la cosecha este año?

-La de trigo y cebada es muy buena porque llovió en el tiempo adecuado, lo que no es igual para las vides, así que el vino resultará más suave.

-Seguiréis siendo mi jefe del tesoro. Estad despierto, porque vais a tener mucho trabajo, los depósitos y almacenes se llenarán en mi reinado.

-Los ampliaré si es necesario, mi señor. Gracias por permitirme serviros. -Y con una reverencia se retiró.

Su tío Ashar, el jefe de la guardia, al dejar el cargo le recordó:

-Ahora que voy a marcharme a mis tierras, río arriba, quiero pedirte que me des a la mayor de tus hermanas para desposarla. Desde que murió mi mujer, la deseo, y ha llegado el momento de unirme a ella.

 


 

Livia Drusila, esposa de Augusto, mármol blanco, 14 - 37 d. C., Museo de Cádiz.


-Ya es tuya, le daré una buena dote y celebraremos un magnífico festín por el enlace -Respondió, feliz de poder concederle lo que pedía.

Hiramish se mantenía apartado, sabía que su discípulo tenía que enfrentarse a numerosas obligaciones nuevas para él. Esperaba su llamada para hablarle, pero eso no se produjo hasta el final del día siguiente a la muerte del rey. Argantonio le saludó efusivamente:

-Maestro, ha llegado el momento de aplicar muchas de las enseñanzas y consejos que me has transmitido en estos años. Aunque en mi corazón haya tristeza por la desaparición de mi padre, es muy fuerte la alegría por saber que camina seguro en la desembocadura del río de la vida para entrar al otro lado en la eternidad. Además, me debo a otros asuntos antes que a las lamentaciones propias de mujeres y niños. Es la hora de Argantonio y mi reino no será como el de mi padre. Maestro, no aceptaré a más consejero que a ti, quiero que permanezcas siempre a mi lado, necesito tu visión, tu sinceridad y tus conocimientos.

-Sabes desde hace mucho tiempo, que no tengo más señor que Argantonio y que no dejaré este palacio o esta tierra más que cuando tú me lo pidas; mi voz, mis pensamientos, mi saber, todo lo mío, que te sea útil, es tuyo. Pero no me pidas que esté aquí siempre, cada novilunio seguiré marchando a Gadir, porque ese es mi destino, y allí debo encontrar la sabiduría que busco. -Respondió el preceptor, que nunca precisaba lo que estaba haciendo, ni explicaba a su alumno cuál era el objetivo concreto de esos estudios. 

 

 

 

La Sabiduría, Sophia, fachada de la Biblioteca de Celso, s. II d. C., Éfeso, Turquía, fotografía: Jorge García Sánchez, https://www.researchgate.net/figure/ESCulTuRA-DE-sophia-En-lA-FAChADA-DE-lA-bIblIOTECA-DE-CElSO-eFESO-S-II-DC_fig4_301535880



Argantonio sentía recelo ante la constante evasiva en tal tema, y que, llegado el momento de su reinado, continuara manteniendo aquella licencia que había conseguido de su padre, no fue de su agrado. Pero no mostró su contrariedad, su orgullo se lo impedía cada vez que hablaban de ello.

-Nadie te va a pedir cuentas de esos días de novilunio que tanto gustas ir a la fortaleza fenicia. Lo que tu rey está pidiéndote es que, de ser su maestro, te conviertas en consejero. Tendrás mejor consideración y respeto en palacio, tus habitaciones pasarán a estar en el ala oficial, tendrás más criados y recibirás más lingotes de plata en pago de tus servicios.

-Gracias, señor, por todo lo que me concedes, pero deberías conocer por los años que hemos estado juntos, que nada iguala al valor del aprecio y el respeto mutuo entre tú y yo; eso es lo único que deseo. No quiero beneficiarme materialmente de ser quien soy, que nadie pueda decir que yo medro por estar a tu lado y que algunos hablen mal de ti por favorecerme; recuerda que ninguno olvidará que soy fenicio. No te ofendas y escúchame, mi primer consejo a Argantonio rey, es este: déjame como estaba, porque así no habrá lugar a críticas. Eso significa que yo seguiré a tu lado con mi palabra y mi pensamiento siempre dispuestos, pero que mis bienes continuarán siendo escasos, como corresponde a un sabio.

-Está bien, creo que tienes razón. -Admitió el joven, observando detenidamente su sencilla presencia.

Por primera vez en muchos años, volvió a mirarle escrutador de pies a cabeza, como aquella vez que le vio entrar en palacio siendo él un adolescente. Hiramish continuaba teniendo un porte ágil y gentil, era maduro, pero no podía precisarse la edad que tenía, nadie la sabía. El cabello entrecano, la piel morena, la sonrisa enigmática en la boca y aquellos ojos que no habían perdido un ápice de su fuerza. Mantenía la espalda erguida y una buena musculatura. Y como siempre, vestía una usada túnica de tela y dibujo fenicios ceñida por un cinturón de cuero y calzaba unas sandalias del mismo material.

-¿Cuántos años tienes? -Le preguntó un poco nostálgico, mientras el otro sonreía adivinando sus pensamientos.

-No lo sé.

-Sabrás al menos, cuántos años llevas al servicio de los reyes de Tarschich.

-La próxima primavera hará siete. ¿Estás satisfecho?

 

 

                                   III



El rey fue enterrado en su inmenso monumento funerario, en medio de grandes honores. Como exigen las costumbres de Tarschich, llevó todo lo necesario para la vida que le esperaba en el lado del que nadie había vuelto. No faltaba nada. Un cantero y sus ayudantes procedieron al sellado de la estancia con una arenisca de enormes dimensiones; mediante poleas, cuerdas y troncos de árboles, movieron la pesada mole y el edificio quedó aparentemente hermético. 

 

 

Estela de dos guerreros, cuarcita, s. VIII - VI a. C., La Pimienta, Capilla, Badajoz, Museo Arqueológico Provincial de Badajoz.

De Adolfobrigido - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=60628309


 

Mandado construir por el rey muchos años atrás, ofrecía una imagen bellísima, era un gran cubo formado por grandes piedras labradas coronado por una torre, la base era una plataforma de tres escalones, y sus bloques de las esquinas estaban tallados en forma de león sentado; a más altura que la de un hombre había un friso que narraba en bajorrelieve de mármol la vida del rey. El resultado era impresionante.

Al día siguiente aguardaba todavía mucho ajetreo en palacio, la ceremonia de coronación requería numerosos preparativos y las cocinas estaban desbordadas con los banquetes de los próximos tres días. Nadie hablaba, había un incesante ir y venir.

Aunque era el final de verano hacía un calor asfixiante, Argantonio estaba deseando acabar con tanto protocolo, de haber podido, se hubiera marchado a las marismas a respirar el refrescante aire del mar, porque él ya era rey. Pero ahora estaba demasiado lejos de sus posibilidades. Aguardó en silencio en la ligera penumbra de su cuarto, ensimismado y tranquilo, a que pasaran las horas de ayuno y retiro, mientras llenaba su cabeza con recuerdos de la desembocadura del Tarschich. Tendría que esperar para volver a correr entre los toros y sentarse a la orilla del océano.

 

 

Cinturón del Tesoro de Aliseda, (Cáceres), tartésico con influencia fenicia, oro, granulado, filigrana y soldadura, s. VII a. C., Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

https://www.man.es/man/exposicion/recorridos-tematicos/imprescindibles/aliseda.html


 

A pesar del calor, tenía que vestir una pesada túnica rojo púrpura con muchos pliegues y complicada estructura, recogida por su cinturón de oro adornado de leones y una capa amplia hasta el suelo, sujeta por una fíbula de oro. El resto de las piezas de investidura le serían impuestas por el gran sacerdote en la coronación.

Llegada la hora, la comitiva regia partió a caballo hacia el templo, las gentes rodeaban el camino y aclamaban a su nuevo señor, ante la vigilante mirada de la guardia real que estaba desplegada a lo largo de la avenida.

El templo se llenó de intensos perfumes, incienso y mirra en lágrimas, que los quemadores exhalaban cerca del altar, y de los hermosos cánticos entonados por los sacerdotes. Narraban pieza a pieza, el significado y la historia de todas las joyas, atributos de la monarquía de Tarschich. Así, los pectorales, con su forma de lingotes de piel de toro, eran el recuerdo del rey Gerión, que había querido dejar a sus descendientes una defensa del corazón magnánimo escondido en cada pecho regio que lo heredaba: como tales, deberían mantener el don de la grandeza. De Nórax eran los brazaletes, para que su brazo fuera fuerte y emprendedor como lo había sido el nieto de Gerión.

Argantonio fue recibiendo cada uno de los distintivos de su realeza. Era un tesoro valioso y celosamente guardado por su linaje. Muy pesado, formado por placas rectangulares ricamente elaboradas por los mejores orfebres de los viejos talleres de Tarschich, el conjunto de oro finísimo estaba trabajado en doble plancha, una interior lisa y la exterior cuajada de ornamentos troquelados y superpuestos, que se repetían en todas las piezas. Cuando el rey no las usaba, eran guardadas en la suave oscuridad del arca de ébano con incrustaciones de marfil y forrada de un tejido finísimo traído de más allá de Oriente.

 

 

Tesoro del Cerro de El Carambolo, Camas, (Sevilla) oro, filigrana, granulado, laminar y microsoldadura, s. VII - VI a. C., Museo Arqueológico de Sevilla.

https://www.museosdeandalucia.es/web/museoarqueologicodesevilla/obras-singulares/-/asset_publisher/GRnu6ntjtLfp/content/tesoro-del-carambolo?inheritRedirect=true


 

Las vibraciones de los cánticos de los sacerdotes le sacaron de su abstracción, los presentes se habían postrado en el suelo ante él, en señal de acatamiento. Allí estaba el señor de las tierras altas; más allá Hiramish; muy cerca, su propio hermano, todos con la cabeza sobre las piedras del templo. Argantonio los miró con tranquilidad y pensó:

-Ya está. Se ha acabado la ceremonia. Ahora soy el rey de Tarschich, investido por los dioses, coronado por el sacerdote y reconocido por todos los hombres. -Y se levantó majestuosamente por el efecto del enorme peso de las joyas y la ropa. Despacio, muy erguido, su porte aparecía grandioso, avanzó por el pasillo que llevaba hacia el pórtico, seguido de cerca por su madre la reina, sus hermanos y el resto de los presentes.

Afuera le esperaba el caballo bellamente enjaezado, y volvieron a palacio en una lenta comitiva, que el pueblo esperaba para vitorear. En la ciudad, que vivía al abrigo de la casa real, todos sabían que comerían carne de toro asado y beberían buen vino de las ánforas reales.

 

 

Cabeza de un caballo, taller ático, mármol, hacia 515 a. C., Museo Nacional del Prado, Madrid.

 

El banquete en palacio, fue fastuoso, duraba desde el mediodía hasta bien entrada la noche. A la mesa llegaban continuamente enormes bandejas de plata salidas de las cocinas a lo largo del día: toros, cerdos y cabritos asados con ricas especias y hierbas guardadas celosamente para los platos del rey, y que hoy se gastaban para todos con largueza. Vino sin medida. Garon y atún en salmuera de la más fina clase. Grandes peces asados, atunes, morenas, congrios y róbalos, ostras y calamares. Y frutas de todas clases.

Mientras iban dando cuenta del festín, músicos traídos especialmente de Gadir, ciudad dotada por los dioses para ese arte, amenizaban el ambiente y preparaban la entrada de un grupo de danzarinas de la misma procedencia, que bailarían para el nuevo rey, todo tipo de melodías, incluso las más obscenas y que sólo se daban en las tabernas y mancebías de la fortaleza. Eran jovencitas adolescentes, estilizadas y sinuosas, que sabían mover sus bellos cuerpos al son de la música con tal habilidad, que algunos comensales dejaron de comer desde su llegada. Una de ellas era además extraordinariamente bella. Cabellos castaños, piel broncínea, ojos verdes de profundidades casi perversas, y hermosas proporciones en todo su cuerpo. Argantonio se quedó extasiado observándola. Aunque ya tenía concubinas adolescentes, hijas de los grandes señores, ahora esta bailarina sería su preferida.

 

 

Venus calipigia,

mármol, copia de un original helenístico del siglo III a. C., Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, Italia.

De Sailko - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=30944044


 

-Esa joven mujer será para mí. Vendrá a mi lecho en cuanto acaben las celebraciones, será la primera de las que poseo, lo merece. La colmaré de presentes y la tendré conmigo cada noche. -Se dijo e hizo venir al mayordomo y le comunicó sus intenciones al oído.

-Señor, será muy costoso, estas jóvenes tienen dos dueños, uno el de la taberna donde trabajan y otro del que no se saben noticias, que se las alquila a aquél.

-Es igual, tú sabrás hacer que no vuelva a Gadir. La deseo. Será la elegida entre mis concubina. No me importa lo que tengas que pagar, hazlo.

-Señor...

-¿Qué sucede, no has escuchado mis órdenes?

-No es eso, es que va a ser necesario ampliar el ala de palacio donde viven las mujeres. Ya hay poco espacio. Habrá que construir unas habitaciones alrededor de un patio interior anejo a las ya existentes; allí podrán ir las de vuestro padre y cuando toméis esposa... también tendrá que ir vuestra madre.

-Sí, sí, haced lo necesario, vos sabéis más que yo de esas cosas. Pero quiero a esa muchacha en mi lecho, la noche que se acaben las celebraciones.

-Así será, señor.

 

 

Banquete, janvier, fol. 1v., iluminación de Les très riches heures du duc de Berry, hermanos Limbourg, 1402 - 1416. Musée Condé, Chantilly, Francia. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Les_Tr%C3%A8s_Riches_Heures_du_duc_de_Berry_Janvier.jpg

 

Fueron tres días de opíparas comidas, regadas tan profusamente de vino que los invitados acababan durmiendo en alguna esquina del jardín, en el banco de mármol que rodeaba toda la pared de la sala de audiencias, o sobre el suelo de cualquier estancia. Al inicio del último banquete, en el que los comensales parecían más espabilados que a otras horas, Argantonio les habló:

-Mañana, la mayor parte de los que estáis aquí honrándome, partiréis para vuestras tierras. Embajadores y comerciantes, armadores e industriosos hombres de Gadir, quiero que llevéis en vuestro corazón la certeza de que Argantonio, el nuevo rey de Tarschich, mantendrá con vosotros y vuestra ciudad, la mejor vecindad, basada más que nunca en el entendimiento de la igualdad y en el respeto a los convenios comerciales que favorecen a ambos pueblos. No seré yo quien rompa una relación que viene desde antiguo, pero tened también por seguro que exigiré un aumento y mejora de manufacturas y materiales. Comercio floreciente, sí, pero conservando equilibrio en el intercambiio. Voy a fortalecer y afianzar mi reino.

A vosotros, mis grandes señores de las tierras de Tarschich, que me habéis acatado como vuestro rey y señor, aunque algunos parecían haber olvidado la reverencia y sumisión que habían hecho a mi padre... Está bien, he perdonado, porque deseo comenzar mi reinado en paz y concordia dentro de mis dominios, pero sabed que no toleraré ningún intento de reducir la grandeza de la monarquía tarschena; os recuerdo vuestra obligación de dotar a palacio con la décima parte de vuestras cosechas, lo que no cumplisteis el pasado año; y por último anunciaros una noticia. La primera medida que voy a tomar en mi reinado será castigar a los hombres del Norte, que continuamente presionan en las fronteras montañosas.

Un amplio griterío de aprobación estalló entre los presentes, Argantonio hizo un gesto de silencio y continuó:

-Mi hermano, el nuevo jefe de la guardia, comenzará desde mañana la organización y entrenamiento del ejército, y antes de que se cumplan dos lunas, quiero que esté preparado para que marchemos sobre el poblado del reyezuelo más importante. Necesitamos jóvenes bien entrenados en el uso del arco, la espada y la lanza.

La aclamación fue general, ya que tanto los señores, como los ciudadanos de Gadir estaban interesados en poner coto a los desmanes norteños, los primeros porque los sufrían en sus propias posesiones; los segundos, porque los bárbaros estorbaban la extensión del próspero negocio por el Camino de la plata, hacia los pequeños productores de estaño del alto Norte, que abastecían mientras llegaban las grandes expediciones de las Casitérides.

Aquella comida fue especialmente alegre, a la abundancia de platos y vino se añadía la esperanza de batallas, los ojos de los hombres brillaban de emoción, más allá de la vista de las jóvenes bailarinas que hacían sus delicias como cada día. La bella muchacha de ojos verdes miraba de soslayo al rey, sabía que había sido comprada por un alto doble precio a sus dos señores. Ahora tendría que bailar para él solo y ocupar su cama cuando la llamara. La idea no la complacía demasiado:

-Quedarme en Tarschich, yo sola, sin mis compañeras, con las que he compartido la vida, me resulta extraño. Me gusta bailar y vivir en mi ciudad. ¿Qué haré ahora aquí, sentada todo el día entre cortinajes? -Esa era su idea de las habitaciones de las concubinas reales, y tenía un poco de miedo ante lo que le depararía su destino. Pero las otras danzarinas la habían rodeado alborozadas ante su feliz futuro.

-¡Concubina del rey de Tarschich! -Gritaron todas con admiración y la más niña añadió: -Es tan joven y fuerte...

Era muy tarde cuando la llevaron a su presencia. Argantonio la recibió con caricias y se perdió en aquella mirada de mar transparente.

 

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